...y me tapaba la escena
subiendo los brazos, flotando en la brisa de la música. Había venido al
concierto con dos amigas que la veían, se reían y decían, déjala, está en su
mundo. Durante un par de canciones se trepó en la silla a riesgo de partirse el
cuello (estábamos en la parte más empinada del coliseo) montada sobre tacas altísimas. Tuve que ver a Bunbury allá abajo desde el arco de sus
piernas, mientras ella elevaba el dedo índice como él, se remecía el pelo, desesperada, y
se quitaba los abalorios, lo señalaba allá abajo con ellos, acusadora, y se los
volvía a poner, cantando sobre los tacones del desprecio.
Se sabía
todas las canciones coma por coma: las de Radical Sonora, las de Héroes, incluso las que probablemente habían salido antes de que naciera, las de solista. En
las canciones lentas le daba sorbos a una cerveza antes de tirarse en la silla,
ambas manos en el pecho, como si agonizara, y se recogía el pelo con una garrita para volvérselo a soltar cuando le atacaba el ansia metaespectacular.
Y me volvía a tapar la escena, pero yo la miraba,
entretenida. Tenía a La Fan de Bunbury al frente. Si hubiera podido costearlo, estoy
segura, se hubiera ido a la primera fila a treparse sobre alguien y tratar de
tocarlo por encima de los pellizcones. No es para menos. El tipo lleva mil años
cantando pero su voz es real, nada de doblaje; la banda está coordinada
como un reloj. Además, como su acólita, es todo un espectáculo histriónico en vivo.
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Zoé en el Choliseo |
Tres años
después me pasó algo parecido a aquel arrebato musical en el concierto de Zoé. Recordé a La Fan de vuelta a casa. Cuando llega esa canción, no te importa nada. Para ella
eran todas; para mí, Deja te conecto y quince o veinte más de esa banda, pero
si hay que elevar el dedo como Bunbury, se hace. Si hay que gritar la letra a
pulmón, se hace. Si hay que alzar los brazos y dejar que la canción salga, se
hace, porque en ese momento eres como diría Larregui en su estilo
barroco scifi, receptáculo orgánico de ondas melódicas. Es tu canción y sabes
que la banda vino esa noche a cantártela, que ese instante tal vez no se vuelva
a repetir y que mejor te olvides del celular, que hay que vivir ese momento en
vivo.
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