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viernes, 28 de julio de 2017

Pero volvamos a

 …La Fan, por favor. Una noche en el carro, camino a casa, escuchábamos la versión de Bunbury de la canción Frente a Frente (2009). Recordé la versión que le había hecho la banda Circo en su disco Cursi (2007) y conecté mi celular. 

Algunas canciones tienen su mímica: quien haya sido adolescente lo sabe. Ponerle mímica a una canción no da trabajo, pero el arte se encuentra en hacerlo bien, no tanto que no sea over the top, desbordado, como ponerle suficiente pega histriónica a la canción. Por ejemplo, en un show de dragas, una canción sin mímica sería impensable para una artista que se precie. Si se quiere hacerla desbordada, es válido, pero hay que recorrer todos los pasos, como La Fan. Hay que subirse a la silla y canalizar a Bunbury, reinterpretarlo con el pelo y las pantallas y los gestos y los tacos, a un nivel que, cinco años después recuerdo, sonrío y pienso: ahí iba una chica encaminada.  

Un ejemplo glorioso es Letal (Miguel Bosé) en la película Tacones Lejanos, de Almodóvar. En esta escena interpreta una canción que, en la trama, cantaba el personaje Becky del Páramo cuando era joven, quien en ese momento la ve desde el público. 



Mi parte favorita, sin embargo, es cuando la cámara toma a tres travestis de fondo, que, al hacer la mímica con el perfecto arrobo de los fans, subvierten el tono dramático de Letal: las que imitan la que imita a Becky.

La mímica, por cierto, es el germen del camp.

sábado, 26 de noviembre de 2011

La señorita Geumja: Sympathy for Lady Vengeance



Hace algunos meses tuve la oportunidad de ver un estupenda película coreana, Chinjeolhan geumjassi (Sympathy for Lady Vengeance, 2005), del director Park Chan-wook. Es la parte final de una trilogía, comenzada por Boksuneun Naui Geot (Sympathy for Mr. Vengeance, 2003) y Oldeuboi (Oldboy, 2004). Lo que une a los tres proyectos no es el hilo de la historia, sino los temas, de modo que se pueden ver por separado sin que afecte la comprensión de la trama. Todas exploran los recovecos pegajosos de la culpa, la trágica posibilidad de la predestinación, las medidas desesperadas a las que a veces hay que recurrir para evitar algo peor y claro, como indican los títulos en inglés, la venganza.

El título original en coreano se puede traducir como “La señorita Geumja, de buen corazón”, quien es el foco de la historia. Geumja es una mujer enigmática con un trágico pasado. A los diecinueve se declara culpable de asesinar un niño, por lo que cumple una condena de trece años.

A lo largo de la historia se resaltan aspectos de la personalidad de esta mujer. De joven exhibe una gran inocencia, que pierde luego de manera abrupta cuando, recorriendo a la medida desesperada de la que hablaba más arriba, decide cohabitar con un maestro pedófilo. En la cárcel muestra su arrepentimiento de tal manera que los que la rodean piensan que está a punto de llegar a la santidad: le dona un riñón a una compañera, cuida de otra que padece Alzheimer. Una noche, al consolar a una de las confinadas, despuntan rayos de luz de su rostro, como una pintura de Cristo. Cada acción altruista de su parte, sin embargo, ayuda a construir poco a poco un puente entre ella y el asesino, que pasea libre sin siquiera reconocer la deuda con Geumja y con los padres de su víctima.

Nuestra anti heroína tiene un talento peculiar que nos hace empatizar con ella. Frente a una multitud de periodistas, a medida que recrea la escena del asesinato que no ha perpetrado, se toma su tiempo atando un hipotético nudo de alambre en torno a las muñecas del maniquí: da forma redonda a las orejas del lazo, y cuida de que los extremos inferiores terminen en una curva grácil. De igual manera, la pistola que manda a hacer para llevar a cabo su plan de venganza está cubierta de apliques de plata con la forma del perfil de una mujer. El soldador que hace su pistola le pregunta:

- ¿Para qué hacerle tantos adornos? Mejor tener un tiro sólido y fuerte.

Ella responde:

- Tiene que ser bonita. Todo debería ser bonito.

No por nada se hace una excelente repostera en la cárcel.

Resulta interesante, además, su afán por la limpieza, ya que esta “virtud” tradicionalmente vista como muy femenina, la ayuda a neutralizar a otra compañera de la cárcel a quien todas le temen: cuando ve que su abuso llega a niveles insostenibles, enjabona el piso para que se caiga. Mientras convalece en el hospital, va rociando con lejía la comida de la enferma, que agoniza lentamente durante un año hasta morir. Otra de las presas le comenta a Geumja, por lo bajo: “¡Murió con el estómago más limpio del mundo!”

Todo debe ser bonito en el mundo de Geumja, tan asediado por la culpa y la sed de venganza. De tan metódico, su plan también es bonito, pero también muy cruel. A nosotros, los espectadores, nos convierte en sus cómplices. Termina siendo imposible no asumir una postura; imposible comprender el lío de Geumja sin quedar en conflicto con los propios principios morales. No cuento cómo llega al asesino, ni de qué consiste el “beef” entre ambos, para no arruinar una película perfectamente balanceada entre la tragedia y el humor negro, que resulta inmensamente entretenida.

La banda sonora, compuesta de melodías del periodo barroco, le debe mucho a Vivaldi y a Paganini: para acompañar la historia de Geumja, también la música debe ser bonita.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Historias diferentes

Hasta hace cuatro años, no conocía nada sobre animación japonesa, fuera de algunas series de los setenta que veía cuando medía tres pies de estatura: Candy Candy, Mazinger Z, Minky Momo, etc. Más tarde, me encontré por accidente con Samurai-X, una serie fascinante, pero sumamente sangrienta, y decidí no reingresar al territorio sin un mapa. Las series más populares de la época, Sailor Moon y otras por el estilo,  no me parecían demasiado interesantes, hasta que leí sobre el director Hayao Miyazaki en una revista y decidí ver algunas de sus películas. Me resistía mucho todavía a la idea, ya que significaba salirme del comfort zone del estilo de animación de las películas norteamericanas. 

Me estaba perdiendo de algo. Al ver las películas de Miyazaki (Howl’s Moving Castle es mi preferida) me sorprendió el colorido caudal de imaginación que corre bajo la estructura de las historias, la manera en que se entreteje un mundo fantástico con elementos históricos (o pseudo históricos), leyendas, mitos y cuentos de hadas, además de la complejidad en las caracterizaciones de los personajes. Decidí explorar un poco más. 

Me encontré con el trabajo del director Satoshi Kon, que ha dirigido películas como Paprika, Millennium Actress y Perfect Blue, además de la serie Paranoia Agent. Estas historias capturaron mi atención porque son bien surrealistas. Los relatos giran hacia la interpretación de eventos, y esa relación fluida y problemática entre el mundo de la mente y lo real. El espectador no es un ente pasivo recibiendo información; debe interpretar lo visto y admitir, al final, que hay elementos en la historia que pueden bifurcar o limitar dicha interpretación. 

Millenium Actress, por ejemplo, es una historia tipo caja china: mientras vemos a una actriz japonesa retirada narrando su vida desde la comodidad de la sala de su casa, las paredes se desvanecen y sus dos interlocutores se adentran en la narración, convirtiéndose en espectadores de una gran película, que se compone tanto de escenas de su vida, como de escenas de películas que ha protagonizado, en constante barajeo. Al final, queda una interesante reflexión: el objeto del arte dice más sobre el artista, sobre sus sueños y frustraciones, que su propia biografía. La leyenda, además, revela más que la historia verificable.

La serie Paranoia Agent, por otro lado, es un thriller psicológico. Habla de lo estéril, lo fría e individualista que se ha vuelto la vida en una ciudad cualquiera, que incluso las mentes de sus ciudadanos se comienzan a fragmentar. Algunos viven en una especie de anedonia; otros, en su soledad, alucinan. Otros sospechan algo, se vigilan a sí mismos, descubren que olvidan cosas que han hecho y dicho, y la realidad los confronta con relatos de actos humillantes o terribles perpetrados por perfectos desconocidos: ellos mismos. 

Muchas de estas historias me han servido de escuelita. Sin bien no tengo problemas con lo clichoso, ya que en cierto modo me ayuda a construir sobre un terreno que tanto el lector como yo hemos pisado, me han ayudado a ver cuánto se puede prescindir de él, y cuántos nuevos elementos se pueden incorporar a una historia para hacerla más interesante y lograr que el lector desee convertirse en el elemento unificador de la historia, sin necesariamente empujarlo a ello. 

Pd: Satoshi Kon murió de cáncer de páncreas el 24 de agosto de 2010, unos días después que escribí esto. Por lo menos, nos queda su fascinante obra.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Peeping Tom, viñetas del film



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(Se pueden escribir volúmenes de cada escena de esta película. Aquí les presento un intento de racionalizar unos pocos elementos de esta fascinante historia.)

Se encuentra en todos lados. Como un espectador de oficio (reflejo de nosotros, la audiencia), la atención no debería estar/no está enfocada en él. La pupila de nuestro protagonista se vuelve foco de placer. Refleja nuestra propia condición de espectadores. Refleja la chica de la que se ha enamorado, su vecina. La cámara es el órgano sexual del protagonista, un arma fálica y mortífera. Está fascinado con la modelo que tiene una cicatriz en la boca: la belleza convencional es común, no le interesa; la deformidad en un rostro hermoso hace el objetivo deseable.

Educación

Es la criatura de su padre. Primero fue el objetivo/víctima, cuando era niño, y su padre trató de filmar su proceso de crecimiento. El padre le compra su primera cámara, y lo filma con ella. Luego, él filma a su padre. Siendo una especie de "lente original", el padre es imposible de enfocar con nitidez, justamente como si se tratara de identificar el punto inicial en un túnel que formaran dos espejos, uno frente al otro.

Primicias

Tiene tres primicias de contacto con el sexo opuesto: la prostituta, la chica de la boca cortada y la invitación que hace a su vecina para que suba a su apartamento. Las tres tienen, a su vez, contacto con la muerte. La prostituta termina muerta, la modelo de la boca cortada ha estado en peligro y la vecina, como él más adelante afirma, si el la ve asustada, va a querer completar la tarea...

Especular

Se enamora de la vecina porque reconoce en ella algo de sí mismo: tiene cierta ingenuidad que los hace cómplices. Ella se atreve a asomarse por la ventana por donde él fisgonea su fiesta de cumpleaños. Se atreve a subir al altillo donde vive para conversar con él. Se atreve a permitir que él la escrutine con sus ojos redondos. Se atreve a insinuarle que podrían tener una cita, y cuando él se lo propone, le pide que deje su cámara en casa. Caminando con él por la calle, se detiene a contemplar una mujer quitándose unas medias, y le demuestra que es un acto que pueden compartir.

Fisgón

El ojo se coloca constantemente en sitios ocultos, incómodos: sobre un letrero, detrás de unas escaleras, tras celosías de encaje. Estás en el lente, detrás de los espejos, donde no se supone que estés. Esta posición se contrapone a la oscuridad del cuarto de proyección, donde el personaje principal ve una y otra vez las películas caseras de su infancia y las que hace en su adultez. Hay escenas, que al verlas, causan incomodidad por su proximidad a lo desconocido, a lo freaky, lo extraño; hay escenas que son insoportables, precisamente porque no se pueden ver. Para él, peor que ver demasiado, sería no poder ver, porque no podría reconocer la proximidad de la propia muerte.

jueves, 5 de junio de 2008

Conejos invisibles


“Well, you've heard the expression 'His face would stop a clock'? Well, Harvey - can look at your clock and stop it. And you can go anywhere you like - with anyone you like - and stay as long as you like -- and when you get back – not one minute will have ticked by.”
-Dowd, Harvey (1950)

Recientemente vi la película Harvey (1950). Esta comedia de errores protagonizada por James Stewart, trata sobre un hombre, Elwood P. Dowd, que tiene una gran amistad con un conejo invisible que mide seis pies y se llama Harvey. Dowd es un señor muy simpático y civilizado; quien lo encuentre en su camino tendrá siempre su tarjeta de presentación y Harvey le será presentado sin demora. La mayoría de la gente se desconcierta y huye de él, pero a Dowd no parece importarle demasiado.

El conejo es un “pooka”; un espíritu de la mitología celta (¿les suena Puck, de A Midsummer Night's Dream?) cuyo pasatiempo es hacer bromas y travesuras. Dowd acostumbra detenerse en un bar a tomarse un martini con Harvey y a conocer gente. Muchas personas se allegan a este bar, cada una con un rollo personal más grande que la anterior, e inevitablemente se forman discusiones sobre quién la está pasando peor. No obstante, cuando Dowd presenta a Harvey, todos quedan mudos, y Dowd piensa que es por la envidia que le tienen. Aparte de posar como condición mental, Harvey puede predecir el futuro, e incluso detener el tiempo. Esta aptitud provoca una de las escenas más atractivas (a mi juicio) de la película, cuando un psiquiatra le confía a Dowd cómo le gustaría que Harvey detuviera el tiempo para él. En lo personal, veo a Harvey como un recordatorio de los "paquetes" (relaciones personales, estados mentales, tics) que acostumbramos a llevar y de cierta manera nos excluyen del grupo de la "gente normal" donde siempre aspiramos a pertenecer. El bulto que acostumbramos, por acuerdo tácito, a ignorar: está ahí, te lo veo, pero lo voy a pasar por alto porque no es admisible en la sociedad civilizada.

Por otra parte, Donnie Darko (2001) es una película con Jake Gyllenhaal en la que el protagonista ve un conejo humanoide, Frank, que le predice que el mundo acabará en 28 días. Donnie Darko es un pastiche de cultura pop y ciencia ficción, donde Harvey parece inspirar una pequeña porción de la trama por antítesis. Mientras en Harvey, Dowd es un “loco inofensivo”, educado hasta la saciedad, versado en las más oscuras reglas de etiqueta, y su conejo imaginario es abrazablemente cute, en Donnie Darko, Donnie es un chico psicótico, ridiculizado por sus compañeros de clase, y su conejo es trágicamente realista. No la contaré por si no la han visto, pero recomiendo que vean una y después la otra. Ambas exploran un poco los toppings del existencialismo, cada cual a su manera.

Por cierto, aunque aún no veo mi conejo, pienso que se parece al heraldo de la reina de corazones, siempre apurado, mirando el reloj.