lunes, 13 de septiembre de 2010

Historias diferentes

Hasta hace cuatro años, no conocía nada sobre animación japonesa, fuera de algunas series de los setenta que veía cuando medía tres pies de estatura: Candy Candy, Mazinger Z, Minky Momo, etc. Más tarde, me encontré por accidente con Samurai-X, una serie fascinante, pero sumamente sangrienta, y decidí no reingresar al territorio sin un mapa. Las series más populares de la época, Sailor Moon y otras por el estilo,  no me parecían demasiado interesantes, hasta que leí sobre el director Hayao Miyazaki en una revista y decidí ver algunas de sus películas. Me resistía mucho todavía a la idea, ya que significaba salirme del comfort zone del estilo de animación de las películas norteamericanas. 

Me estaba perdiendo de algo. Al ver las películas de Miyazaki (Howl’s Moving Castle es mi preferida) me sorprendió el colorido caudal de imaginación que corre bajo la estructura de las historias, la manera en que se entreteje un mundo fantástico con elementos históricos (o pseudo históricos), leyendas, mitos y cuentos de hadas, además de la complejidad en las caracterizaciones de los personajes. Decidí explorar un poco más. 

Me encontré con el trabajo del director Satoshi Kon, que ha dirigido películas como Paprika, Millennium Actress y Perfect Blue, además de la serie Paranoia Agent. Estas historias capturaron mi atención porque son bien surrealistas. Los relatos giran hacia la interpretación de eventos, y esa relación fluida y problemática entre el mundo de la mente y lo real. El espectador no es un ente pasivo recibiendo información; debe interpretar lo visto y admitir, al final, que hay elementos en la historia que pueden bifurcar o limitar dicha interpretación. 

Millenium Actress, por ejemplo, es una historia tipo caja china: mientras vemos a una actriz japonesa retirada narrando su vida desde la comodidad de la sala de su casa, las paredes se desvanecen y sus dos interlocutores se adentran en la narración, convirtiéndose en espectadores de una gran película, que se compone tanto de escenas de su vida, como de escenas de películas que ha protagonizado, en constante barajeo. Al final, queda una interesante reflexión: el objeto del arte dice más sobre el artista, sobre sus sueños y frustraciones, que su propia biografía. La leyenda, además, revela más que la historia verificable.

La serie Paranoia Agent, por otro lado, es un thriller psicológico. Habla de lo estéril, lo fría e individualista que se ha vuelto la vida en una ciudad cualquiera, que incluso las mentes de sus ciudadanos se comienzan a fragmentar. Algunos viven en una especie de anedonia; otros, en su soledad, alucinan. Otros sospechan algo, se vigilan a sí mismos, descubren que olvidan cosas que han hecho y dicho, y la realidad los confronta con relatos de actos humillantes o terribles perpetrados por perfectos desconocidos: ellos mismos. 

Muchas de estas historias me han servido de escuelita. Sin bien no tengo problemas con lo clichoso, ya que en cierto modo me ayuda a construir sobre un terreno que tanto el lector como yo hemos pisado, me han ayudado a ver cuánto se puede prescindir de él, y cuántos nuevos elementos se pueden incorporar a una historia para hacerla más interesante y lograr que el lector desee convertirse en el elemento unificador de la historia, sin necesariamente empujarlo a ello. 

Pd: Satoshi Kon murió de cáncer de páncreas el 24 de agosto de 2010, unos días después que escribí esto. Por lo menos, nos queda su fascinante obra.