lunes, 2 de febrero de 2009

Facebook como la caverna de Platón



Cada vez me persuado más de que una mente adelantada concibió a Facebook como una adaptación contemporánea de la alegoría de la caverna, de Platón. Esto puede ser demostrado mediante un sencillo ejercicio de sustitución.

Sujeto: Un perfil cualquiera, desde su creación, debe obedecer ciertas normas sociales para funcionar en Facebook. Quiérese decir, ver todos los perfiles que se deseen está sujeto (la mayoría de las veces) a que te inviten e incluyan en una pequeña sociedad de amigos, donde las partes llegan a un acuerdo tácito de no joderse la vida mutuamente, que comprende, pero no agota, el no sabotearse las conquistas, no hablar mal del otro y el emitir comentarios corteses y no críticos, así como corresponder, cada vez que se pueda, los regalitos. En cambio, se tiene cierto "derecho" a ver todas las paredes (walls) que se deseen y a estar constantemente actualizado de cada acontecimiento en la vida del amigo.

Las sombras proyectadas en la pared: Los mensajes que un amigo deja en el wall, leídos con sumo interés por los otros 489 amigos.

La fogata del mundo real: El más allá, de donde provienen las fotos y toda la evidencia que apunta a una vida fuera de la pantalla.

El sujeto que se levanta, rompe las cadenas y trata de rompérselas a los demás: El perfil que se desactiva por cualquier razón, sea desinterés, paranoia, o falta de tiempo. Los otros amigos se dan cuenta de la ausencia. Lo buscan. No lo encuentran. La falta provoca que redescubran la fragilidad de sus acuerdos tácitos, sus comentarios, sus alianzas, sus propias existencias cibernéticas. Por cada búsqueda infructuosa del perfil desactivado en la base de datos, Facebook se encarga de enviar al sujeto mensajes ("Someone misses you") para persuadirlo de que regrese.