Con nuestro dios cristiano, sin embargo, nunca se sabe. Nos manda lluvia y nos manda sol, y las dos cosas son buenas. Permite que la gente viva y muera, y las dos cosas son buenas. Permite que nos metamos a conventos y nos arrastremos por las cunetas, y las dos cosas son buenas. Tláloc es muy verbal, muy expresivo: con entusiasmo envía huracanes porque nada lo hace más feliz que barrer los caminos y limpiar las tierras para los viajantes. A este temperamental dios nuestro, por el contrario, siempre hay que buscar excusas para su silencio o su aparente ausencia, como al miembro adicto de una relación codependiente. Podemos agradecerle con las mejores acciones, con las más expresivas palabras, los más hermosos cantos, pero nunca tendremos forma de saber si nos escucha o si le placemos. Pienso que gastamos energía de más en complacer a un dios tan reservado, al cual probablemente ni siquiera le caemos bien… siendo principalmente éste el motivo por el que a menudo, como dice mi abuela, “veo la tempestad y no me hinco”.
La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones.
--Octavio Paz
martes, 19 de mayo de 2009
En ocasión de mayo, un poquito de lluvia
Con nuestro dios cristiano, sin embargo, nunca se sabe. Nos manda lluvia y nos manda sol, y las dos cosas son buenas. Permite que la gente viva y muera, y las dos cosas son buenas. Permite que nos metamos a conventos y nos arrastremos por las cunetas, y las dos cosas son buenas. Tláloc es muy verbal, muy expresivo: con entusiasmo envía huracanes porque nada lo hace más feliz que barrer los caminos y limpiar las tierras para los viajantes. A este temperamental dios nuestro, por el contrario, siempre hay que buscar excusas para su silencio o su aparente ausencia, como al miembro adicto de una relación codependiente. Podemos agradecerle con las mejores acciones, con las más expresivas palabras, los más hermosos cantos, pero nunca tendremos forma de saber si nos escucha o si le placemos. Pienso que gastamos energía de más en complacer a un dios tan reservado, al cual probablemente ni siquiera le caemos bien… siendo principalmente éste el motivo por el que a menudo, como dice mi abuela, “veo la tempestad y no me hinco”.
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